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El problema de la violencia contra las mujeres

La violencia de género consiste en todo acto de violencia física o psicológica ejercida por un varón unido sentimentalmente a una mujer como manifestación de la situación de discriminación y desigualdad en la que ella se encuentra.

Para prevenirla es importante, en primer lugar, que los varones sean conscientes de que sentir celos extremos, controlar, insultar, amenazar o incluso pegar a su pareja no es en modo alguno señal de que se la quiera más ni una manera saludable o ética de establecer relaciones afectivas.

En segundo lugar, es necesario que las mujeres sean conscientes de que el maltrato no es tolerable en una relación de pareja, aunque haya problemas o conflictos que resolver. Es sumamente arriesgado creer que el maltratador es inmoral sólo debido a que está pasando una mala racha y que va a cambiar porque está arrepentido. Son muchos los maltratadores que vuelven a ser violentos, y cada vez lo son de forma más peligrosa, llegando incluso a asesinar a su pareja.

Las cifras de la violencia contra las mujeres son escalofriantes. Cada año más de 50 mujeres mueren en España a manos de sus parejas o ex-parejas. En ocasiones la cifra de víctimas casi se duplica. Esta violencia incluye vejaciones, violaciones, estrangulamientos, disparos con arma de fuego, puñaladas, golpes, etc.

Ante este panorama desolador, el Parlamento Europeo formuló una resolución en 1997, según la cual era necesario modificar las actitudes de la sociedad para que existiese tolerancia cero ante el maltrato a las mujeres. El maltrato es censurable éticamente y denunciable ante las autoridades. En esta línea, diversos gobiernos han articulado un marco legal que permita luchar contra esta lacra social.


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En España, desde el año 2004, existe la Ley Integral contra la violencia de género. En consecuencia, ante una situación de maltrato, la mujer víctima de violencia de género tiene derecho a recibir plena información y asesoramiento, así como asistencia psicológica y apoyo social para su completa recuperación.

La violencia de género deja secuelas en las mujeres que la sufren: ansiedad, angustia, estrés crónico, mareos, alteraciones gastrointestinales, problemas urinarios, depresión y baja autoestima. De ahí la importancia de los servicios e instituciones, como por ejemplo las casas de acogida o el Instituto de la Mujer, que colaboran para que las víctimas puedan recuperarse y reintegrarse con normalidad en la sociedad.

 

 

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